SINOPSIS
Al encuentro de los fantasmas
La Morte Rouge es un intento de relatar algunos pormenores de la primera experiencia cinematográfica de un niño. Dados los condicionamientos propios del medio donde, por vez primera, se va a dar a conocer públicamente –un Museo-, y en la medida que se sitúa fuera de los márgenes convencionales de la ficción, dicho intento posee, dentro de su brevedad, un carácter inevitable de esbozo; está más o menos condenado, por su propia naturaleza, a fracasar en la recuperación documental de los hechos.
Está bien que así sea. Porque aquí se intenta otra cosa distinta al registro de los sucesos, esa pulsión tan moderna que convierte, mediante el uso y abuso de las nuevas tecnologías, la experiencia humana en archivo. Se trata, más bien, de hacer de este fracaso primordial algo evocador, capaz de desvelar lo que puede haber detrás de esos agujeros que la acción del tiempo va abriendo tanto en la memoria personal como en las actas de la Historia. En definitiva, poner en evidencia la cara oculta de aquello que se nos vende como realidad; o lo que es igual, mostrar la otra escena.
Como dijo el Inspector de Almas, Sigmund Freud, nada se olvida del todo. Y sólo desde esa forma de recuerdo velado se puede dar nueva luz a lo pasado. De ahí la contradicción contenida en el texto, aquélla que encarna la voz del narrador en La Morte Rouge, que se ciñe a las imágenes o las sobrevuela según los momentos, fluctuando entre la primera y la tercera persona. Inevitable vaivén que en este trance da cuenta de la inconsistencia del sujeto. Porque ¿quién es el que recuerda?
Víctor Erice
Enero, 2006 |